Cactus chileno revela sorprendente estrategia evolutiva mientras lucha contra la extinción
Endémico de roqueríos costeros, el "chilenito" imita flores para atraer abejas, pero su hábitat desaparece por la expansión urbana.

En los acantilados entre Los Molles y Pichidangui, donde el viento choca de frente y el mar es testigo mudo, florece una planta que no tiene la altura de los quiscos ni la fama de otros emblemas botánicos.
El cactus chilenito, aunque pequeño y discreto, lleva consigo una historia evolutiva fascinante. Ha resistido siglos de cambios ambientales y ha “aprendido” a engañar ¡y con razón!
Sus flores juegan un juego de apariencias, estrategia que le ha permitido seguir existiendo. Pero la presión humana podría romper ese delicado equilibrio.
Una flor que no es lo que parece
Durante años se pensó que este cactus era el resultado de un cruce entre dos especies vecinas: Eriosyce litoralis, polinizada por picaflores, y Eriosyce mutabilis, polinizada por abejas.
Pero ahora, un estudio publicado en Plant Diversity y liderado por investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) revela su verdadera estrategia evolutiva.
Gastón Carvallo, investigador del IEB y coautor del estudio.
Según se explica en la investigación, aunque genéticamente se separó de una especie, en lo visual se acercó a otra. Esta estrategia —llamada mimetismo floral— es escasa en plantas que no son orquídeas, y aún más raro cuando no implica engaño.
El cactus adaptó su flor para ser irresistible a las abejas. Una decisión evolutiva, no consciente, pero efectiva: más visitas, más polen, más posibilidades de persistir.
Una planta pequeña con un rol gigante
Este cactus no está solo. Sus flores atraen principalmente abejas nativas, muchas del grupo Andrenidae —pequeñas, rápidas, persistentes—, que buscan polen y néctar.
“Si miras el cactus desde arriba, parece un embudo abierto. Las abejas entran, se revuelcan entre el polen, recogen lo que necesitan y siguen su ruta”, explica Carvallo en un comunicado oficial del IEB.

Y eso no es todo. El chilenito no aparece en cualquier parte. Solo crece en grietas muy específicas del roquerío costero, donde las semillas logran anclarse y germinar. Una adaptación extrema a un hábitat que, paradójicamente, es cada vez más frágil.
Cemento donde antes había flores
Pero el cactus, por más ingenioso que sea, no puede competir con la expansión inmobiliaria, los incendios, la ganadería ni los microbasurales.
El cactus depende de lluvias esporádicas para germinar. Y si el cambio climático sigue acentuando la sequía, la regeneración natural se volverá aún más difícil.
Actualmente, Eriosyce chilensis figura como “En peligro crítico” según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

“El chilenito no es solo una planta. Es parte de una larga historia evolutiva que sigue escribiéndose”, dice Pablo Guerrero, autor principal del estudio.
En los roqueríos donde el mar se enfrenta a la tierra, el chilenito florece como una nota de resistencia. Su estrategia floral fue brillante. Pero hoy, su mayor desafío no está en la biología, sino en las decisiones humanas.
Perder esta especie sería borrar un capítulo único de la historia natural chilena, uno donde abejas, flores y rocas costeras escribieron, juntas, un relato de adaptación audaz.
Fuentes y referencias de la noticia:
- Guerrero P., et all. (2025). Pollination niche shifts in sympatric globular cacti Eriosyce: Consequences on reproductive isolation and species formation. Plant Diversity.
- IEB. (2025). Cactus chilenito: el tesoro evolutivo de roqueríos costeros al borde de la extinción. Publicado en la sección de noticias del sitio web de la Institución.